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SOÑANDO CON HADAS

CUENTOS

Nur

Nur

Eran las cinco de la mañana, los primeros rayos del sol se colaron tímidos en la jaima, en ese  preciso instante,  èl asomaba a este mundo. La calidez de las manos de su madre, los gritos de alegría y el roce  de los labios de su padre rozándole la frente, fueron los primeros estímulos que se grabaron en el alma del pequeño tuareg.

Tenían pensado ponerle el nombre de su abuelo, el mejor contador de historias de su caravana, pero el anciano propuso que lo llamasen Nur, ya que había nacido en el momento del día en el que la luz es más bella.

Creció entre los susurros del desierto y las historias contadas al caer la noche, todo lo demás solo era parte del camino. No se cansaba nunca de escuchar a su anciano abuelo explicando aventuras, leyendas sobre Dijins , y relatos que algunos viajeros les habían regalado a cambio de su hospitalidad.

En unas de sus travesías  hacia el oasis de Siwa, se encontraron a un forastero. Se llamaba Rob  y al caer la noche compartió cena y té , a cambio de una historia que cambiaria la vida de Nur para siempre.

Al calor del fuego y bajo la atenta mirada de niños y mayores, el viajero de  aspecto zarrapastroso y mirada vivaracha, dibujo ante todos ellos un escenario de hielo, un desierto helado y frío poblado por un pueblo orgulloso y fuerte llamado Inuit, con el milagro de las palabras les describió una aurora boreal, donde la luz y las partículas de hielo danzan para decorar el cielo con colores infinitos.           

Nur, no podía creer que existiera otro tipo de desierto que no fuera arena y fuego,  a decir verdad nunca había visto el hielo, por lo que decidió que cuando fuera lo suficientemente mayor viajaría alrededor del mundo para sentir en su piel, lo que las palabras de aquel extranjero habían retratado en su mente.

Tenía veintidós cuando sus ojos vieron por primera vez la aurora boreal, y ninguna palabra de este universo ni ningún otro, podrían describir lo que su alma sintió en aquel preciso instante.

 

Evaglauca

Hoy toca un relato de esos que salen de unos papelitos doblados que unas cuantas locas por las palabras metieron antes en un vaso de plástico. Y las palabras son CINE-PÁJARO-SATISFACCIÓN.

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Que la vida no era como en las películas, lo tenía claro desde que cumplió  ocho  años y su padre no volvió a casa por Navidad.

Pero ese hecho no lo desanimó en absoluto, si no todo lo contrarío, su imaginación entró en un estado febril ,  aprovechaba cualquier minuto libre para encerrarse en su habitación y escribir guiones inspirados en los films de terror en blanco  y negro que veía en la tele, donde arañas u hormigas gigantes sembraban el pánico a su paso.

A los dieciséis años  su madre le regaló una cámara de vídeo y él le devolvió el favor con una sonrisa de satisfacción que aleteó como un pájaro en sus recuerdos para siempre.

A partir de ese momento, todos y cada uno de los  pasos de Pablo fueron dados por, hacia y con la intención de lograr su gran sueño, el cine.

Hoy subido al escenario en medio de una ovación de aplausos que estallaban en sus oídos y su alma, al dar los agradecimientos por su Oso de Oro al mejor director,  le vinieron a la mente unas palabras que su madre solía repetirle cuando lo notaba abatido.

-Cariño, si abandonas lo que te apasiona porque no te sale como quieres, por algo sencillo que te resulta fácil pero no te llena, nunca sabrás que sabor tienen los sueños cumplidos.

 

 

Evaglauca

Sus padres lo llamaron Enzo.

El destino con un guiño sarcástico, le otorgo unos ojos azul claro diluido, una piel blanca como el papel, y una pasión desmedida por el mar.

Su madre no tardó en darse cuenta, que solo dormía a pierna suelta, cuando la ventana estaba abierta dejando entrar la suave caricia de la brisa y la melodía de las olas.

Una vez se acostumbró a esquivar las miradas de reojo, los quilos de protección solar y las gafas de sol, su felicidad fue casi aceptable, hasta que  ganó la batalla a los miedos de sus padres, a las quemaduras y a los prejuicios de la ignorancia, para entonces fue completa.

Cuando se adentraba en el agua, con su tabla bajo el brazo, enfundado en el neopreno,  sus gafas especiales que libraban a sus ojos de un dolor intenso, se olvidaba del mundo, y al mundo le daba igual que hubiese nacido albino.

 

Evaglauca

Acababa de cumplir catorce años, él apenas rozaba los diecisiete, no les había dado mucho tiempo de aprender, pero cuando estaban juntos el resto del  mundo desaparecía.

El destino les otorgo tres años,  en los que jugaron al escondite con sus familias y amigos, no querían público, y no necesitaban escenario  para desplegar el mapa de todos sus sentimientos.

Ella adoraba las todas las flores y las amapolas especialmente, así que en primavera solían reunirse en un campo  detrás del instituto salpicado por cientos de sus flores favoritas.  

Una tarde mientras sus labios se buscaban, él le susurró al oído

-Je t’aime ma petite coquelicot.

 Ella recogió sus palabras y las escondió donde se guardan todas las emociones que merecen la pena.

La despedida fue dura, el traslado de su familia al otro lado del océano fue inminente y no les dio opción a reaccionar a tiempo.

Las promesas de amor eterno se diluyeron poco a poco,  ambos encontraron otros brazos, nuevos sueños y con quien compartirlos.

A veces cuando pasea por el parque cerca del que ahora es su hogar, con su pequeña cogida de la mano no puede evitar una sonrisa pintada de nostalgia cuando le dice:

Je t’aime ma petite coquelicot.

 

Evaglauca

 

SUSURRO-COMPÁS-LETRA

SUSURRO-COMPÁS-LETRA

Estas son las tres palabritas con las que intentaré hacer un relato o cuento, o vive Dios que saldrá de aquí.

 

 

 Su primer diario era de tapas duras, granate y hojas de color sepia ribeteadas en dorado. En ellas narró las aventuras y desventuras de una niña de nueve años que soñaba con jardines repletos de seres de luz, capaces de hacerle olvidar, el orden marcial que regía su día a día repleto de estrictas normas, que la encorsetaban en un uniforme marrón y beige, unos mocasines que apretaban a unos pies inquietos que siempre  anhelaban andar descalzos.

El sucesor  fuel una libreta azul,  entre hojas , letras y secretos,  se escondían los pétalos de una rosa roja con aroma a primer beso , unos versos  que con una torpeza naíf, describían como su primer amor susurró en su oído la combinación que abría la puerta de su corazón  . En esa época los diarios se multiplicaron, al compás del ritmo del corazón, porque él  llego a llenarlo todo.

De pronto, el todo se volvió nada, y necesitó cuatro cuadernos más para aplacar su angustia, la pérdida y el miedo. Hasta que una mañana cualquiera  casi sin darse cuenta empezó a inventar historias, que la llenaban de ilusión y fantasía recordándole la niña que llevaba dentro.

Nunca imaginó, que una treintena de cuadernos en una caja de cartón, ilusionaran tanto a nadie, y menos que esa persona sería su nieta de doce años que contemplaba el hallazgo, como el que está ante un botín  pirata.

A veces las palabras no se las lleva el viento, solo se quedan dormidas esperando que alguien las descubra y las disfrute.

Evaglauca

 

 

 

 

Un  cruce de miradas que  apenas duró unos segundos, los suficientes para marcar toda una vida.

El,  marinero de los de que están en muchas canciones, con su amor en cada puerto, pero con  una sola cicatriz en el corazón.

Ella, víctima de un naufragio de los de larga travesía, con un solo amor y muchas heridas en su alma.

Tal vez fue la luna llena reflejada en su melena, la casualidad, la urgencia, o la necesidad de sentir algo más,  que pena.

Se acercó con paso firme y sonrisa  traviesa, inseguramente seguro, de que quería pasear por esa playa.

Inesperadamente ,ella se dejó llevar, y juntos anduvieron descalzos,  por la orilla de sus mares pendiéndose en un océano de besos y caricias, en un infinito instante de felicidad intima.

Al amanecer, no hubo ni despedidas ni promesas, solo un beso y una  muda sonrisa.

No volvieron a cruzarse, pero ambos guardan junto a sus heridas un dulce recuerdo,  que mitiga el dolor de lo que no se olvida.

 

Evaglauca

En el bosque de las almas perdidas, hay miles de senderos unos son oscuros y húmedos y otros luminosos y secos, pero todos ellos están transitados por perdidos, aquellos que en algún lugar de su existencia todos los caminos en vez de llevarlos  a Roma, los trajo al bosque y ahí andan solos y perdidos, aunque a veces se cruzan con otras almas agrupándose, para hacer de su sentir una pérdida común.

En ese lugar he estado mucho tiempo, buscando y rebuscando la causa de mi extravío,  hasta que llegué a la laguna de los reflejos, y me vi, al principio no reconocí la  imagen de mi alma, seguí dando vueltas en el sendero de las excusas que me llevó directamente a la caverna de la crítica, allí la encontré, tan perdida como yo, sonrío y me dijo; -Aquello que nos molesta en los demás, en el fondo son nuestros propios defectos. Así con ese consejo y una sonrisa, Salí de la cueva y sin saber cómo llegue a la laguna pudiendo reconocer mis ojos, mis manos y todo lo que soy y  desde ese día ando a sabiendas que cada paso que doy me acerca más a mi misma y me aparta del centro de un bosque, en el que un día u otro todos visitaremos o  perderemos. 

Evaglauca

SED

SED

 

Sus miradas se encontraron por primera vez, una voraz luna llena de un frio febrero de 1800 en el puerto de Nueva Orleans.

El bullicio, los olores, los claroscuros y la sed, esa sed que empujaba cada uno de sus impulsos a conseguir ese tibio y dulce veneno de terciopelo viscoso, sin el que no podía existir, porque vivir  hacía demasiado tiempo que había dejado de hacerlo.

No obtuvo ningún tipo de resistencia, se dejó acompañar, lavar y perfumar. El olor a menta inundaba la estancia convenientemente iluminada con velas de diferentes tamaños para la ocasión.

No hizo falta el láudano que habitualmente suministraba a sus victimas.

-No voy a oponer ningún tipo de resistencia, te  espero desde hace mucho tiempo, siempre he sabido que serias tú mi ángel  negro,  así que no dudes y acaba con esto, de ese modo lento y dulce con que nos apartas de nuestra triste existencia.

L a duda, la curiosidad y la furia se apoderaron de un modo rápido y eficaz de su estado de ánimo.

-Maldita tramposa, no te había visto en la vida ¿Cómo te atreves a decir que me estabas esperando?.

-Acabaste con la vida de la única familia que me quedaba. Tenía seis años cuando le arrebataste a mi madre su pobre y miserable vida, tu sed era tan poderosa que no reparaste en la pobre niña andrajosa que se escondía debajo de la mesa.

Sus  ojos de rubí líquido parecieron agrandarse por un instante al recordar una mirada  de color violeta que lejos de mostrar terror parecía aliviada al ver el fin a todos sus sufrimientos.

-No dudes,  desde aquel día te he buscado por cada esquina en cada lugar, me debes una muerte tranquila y plácida como la que le regalaste a mamá, no quiero ni puedo seguir arrastrando harapos y miseria a lo largo de una penosa vida.

Sus miradas se encontraron por primera y última vez  una voraz luna llena de un frío febrero de 1800 en el puerto de Nueva Orleans.

 

Evaglauca

Eran sus  pies curiosos y traviesos , los que la  llevaron aquel  día a recorrer un sendero que seguro  su cabeza no hubiese transitado jamás, y en esa disociación además  tomaron partida sus manos, que sin saber cómo , cuándo,  ni dónde acabaron debajo de una   camisa y encima de una suave  piel  de miel y para acabar de complicarlo todo  un poco más , una  boca  hambrienta se encontró con la suya desatando la anarquía total de unos sentimientos, que su precavido y miedoso corazón guardaba celosamente.

Ante  tal big-bang  de emociones, los pies pensaron que se habían metido en un lio y empezaron a correr, llevándose sus manos, su boca y a una cabeza aturdida a refugiarse en su universo tranquilo y seguro.

Y allí sigue en el lugar de siempre, aunque a veces parece cruzar las piernas para sujetar a unos pies curiosos y traviesos que le han regalado a sus  labios una nueva sonrisa.  

Evaglauca

Musa descansaba tranquilamente en su regazo, un suave ronroneo lo envolvía todo, como la banda sonora de un momento único.

Ella, la acariciaba con una inconsciencia mecánica mientras su mente volaba a miles de kilómetros en el tiempo.

A veces se perdía en esos viajes y al regresar encontraba a extraños de miradas atónitas, plantados ante ella como una estatua de hielo.

Cada vez le costaba más discernir el pasado del presente, ya no confiaba en el escenario que la rodeaba ni en los figurantes ni en ella misma, creía que su imaginación le jugaba malas pasadas.

Sus ausencias se fueron haciendo cada vez más frecuentes, cada vez más lejos en el tiempo, pero siempre había algo en común una melodía como un suave ronroneo que lo envolvía todo, como la banda sonora de un momento único.

 

Evaglauca

Cuento de Halloween

Brujita, era el mote cariñoso que recibía  en la aldea, cada vez que alguien se dolía  de algo iban a su cabaña, ella los escuchaba con el interés de un niño cuando le explican un cuento, los miraba desde sus ojos al fondo de su alma intuyendo la fuente del dolor.

Nadie y el, menos que ninguno intuyo que su sobre nombre y  su forma de ser pudiesen ser su sentencia de muerte.

Entraron en medio de una nube de polvo  con sus caballos, escudos y sus cruces, arrasando costumbres y  voluntades, e imponiendo leyes , ejemplarizando con castigos públicos cualquier signo de insumisión y una ejecución en medio de la plaza.

La quemaron usando como leña, los enseres, ropas,  hiervas y aceites que había utilizado tantas veces para sanar a sus vecinos. Su mirada gritó más alto que su garganta, tenían tanto terror a morir como ella, así que la dejaron sola, quedando huérfanos de sentimientos durante el resto de sus vidas.

Evaglauca

 

Happy Halloween

Otra vez esa maldita oscuridad, si había algo que le aterrase era esas densas y mudas noches de luna nueva, en las que hasta el firmamento estaba huérfano de luz.

El ritual empezaba de nuevo, medias, botas el vestido negro y la cazadora del mismo color que el origen de sus temores.

Sus sentidos la llevaron hasta el, nunca sabia que parte de azar había en sus capturas, al principio sentía cierta pena por ellos, pero con el transcurso del tiempo dejó de sentir nada, esa nada inmensa que llenaba todos sus vacios.

Ajeno a su destino, desplegó todo su poder de seducción durante la velada, achacó su aturdimiento al vino y a la mirada hipnótica de  la mujer  que tenía sentada frente a él.

A la salida del restaurante, todo fue muy rápido, un profundo suspiro, y los ojos vacios del pobre aún reflejaban la sorpresa al sentir como los fríos colmillos de su conquista vaciaban su sangre y la luz de su pobre corazón.

Evaglauca

 

La alquimia de los deseos

La alquimia de los deseos

Los deseos que nacen de la luz desprenden una sustancia capaz de hacernos invencibles.

Armand, empezó a destilarla desde una edad muy temprana, a pesar de todos los pronósticos médicos.

Anheló  andar con tanto fervor que sus ganas corrieron como torrentes de lava por sus venas llevándolo a sus primeros pasos.

A partir de ese momento, el corazón de su madre tuvo la certeza de que cualquier gesta que el pequeño se propusiese se haría realidad, porque sus ansias junto con su entusiasmo, tenían la alquimia que destilan los deseos cumplidos.

Evaglauca

 

(Dedicado a un sol que juega con las palabras y al final logrará conquistarlas)

 

La intensidad de la luz de su alma siempre había oscilado  en claro oscuros, mientras aprendía a caminar por el universo de realidades que le habían  tocado vivir.

Recordaba cuando de niña bailaba descalza el lago de los cisnes (más bien patos)para sus peluches y muñecas a los que creía oír deshacerse en aplausos cuando empapada en sudor acababa su loca danza.

Su belleza lejos de ayudarla solo se había convertido en un lastre, convirtiéndose en la excusa perfecta para restar méritos a sus logros, e inflar el tamaño de sus fallos.

Gracias a su padre aprendió que daba igual lo que los demás viesen en ella, que se lucha por los sueños, que si se abandonan se apagan,  matando uno a  uno los  destellos que se esconden en el fondo de nuestros ojos.

Ahora que el tiempo ya se había tomado su tributo  en su rostro y en su cuerpo, caminaba con la ligereza de los que llevan los bolsillos llenos de sonrisas mientras lanzan las piedras de su corazón al mar de los miedos.

 

Evaglauca

Corazón de Amapola

Corazón de Amapola

Susurra el viento la  historia,  de una pequeña flor delicada y frágil, vestida con el color  de los atardeceres rojos.

Cada mañana recibía al sol con una sonrisa, mientras esperaba curiosa a una mariposa que le contaba historias de todo aquello que sobrevolaba.

Con el corazón en vilo, contaba el tiempo que faltaba para recibir  la visita de su Sherezade particular, escuchando con la nostalgia las historias de otros lugares y seres extraordinarios que nunca podría ver.

De todas las flores que visitaba, el pequeño ababol era la más apreciada por la mariposa, estaba acostumbrada a flores altivas y presuntuosas que se pensaban bellas, por el solo hecho de ser flores, sin embargo su pequeña amiga roja,  poseía la belleza de la noble inocencia, y la modestia de los seres sencillos.

Llegado el final de la primavera, la alada narradora  se sentía cansada y fue a despedirse de su pequeña amiga. Le contó una última historia , sobre una mariposa que iba de flor en flor y acabo por enamorarse del corazón enraizado y frágil de una bella amapola .

Aquella tarde la brisa se encontró en el suelo a una pequeña mariposa cubierta por los pétalos de una amapola. Con la fuerza de la ráfaga,  las elevó llevándolas al lugar donde nacen los sueños, y desde entonces el viento susurra su historia.

Evaglauca   

 

 

 

En un lugar lejano entre la bruma de lo imposible y lo imaginable, se hallaba el reino de Tärr, un lugar tranquilo, rodeado de aldeas, con un rio que les daba a todos sus habitantes aquello que necesitaban, frondosos bosques, un lago cristalino  y un castillo que presidia todo el paisaje.

Entre sus muchos habitantes, se encontraba Eduard, un muchacho robusto, con ojos de color miel, una sonrisa picara, y el corazón noble y valiente como el de un Dragón. Eduard era el hijo del herrero y la modista de la reina.

Dos calles más abajo vivía Oleguer, el hijo de un caballero y una dama venida de las tierras altas. Oleguer era alto, fuerte, vital y risueño.

Ambos muchachos eran amigos desde niños, y pasaban los días trabajando y  jugando a ser cazadores, soldados, e incluso paladines del reino.

Una tarde unos gritos provenientes de la orilla del lago,  llamaron la atención de los muchachos, ambos emprendieron una loca carrera hasta llegar al lugar donde procedían. En medio del lago helado se hallaba la hija del molinero a punto de morir ahogada. Eduard y Oleguer se lanzaron en su ayuda, pero sus ropas mojadas y frías hacían que su avance fuese penosamente lento y doloroso, a mitad del rescate Oleguer temiendo por su propia vida se retiró. Eduard a duras penas llegó a su objetivo, y con muchas penurias, cuando casi estaban a punto de morir ahogados alcanzaron la orilla medio muertos de frío y cansancio.

Oleguer se apresuró a hacer un fuego para calentarse, y calentar a su amigo y a la molinera, que agradecieron  el gesto. Cuando un poco más tarde Oleguer quiso disculparse ante su amigo, por abandonar a la mitad, este le dijo, que no era necesario y que de no ser por el fuego probablemente los tres habrían muerto helados.

Pasaron los años y los dos niños se hicieron hombres, y ambos sirvieron a su rey, siempre fueron amigos a sabiendas de que podían confiar en uno en el otro.

Evaglauca

Siempre he pensado que en esta vida, no solo nuestras decisiones marcan nuestro carácter, la forma de ver a los demás también es parte de él.

Hacía días que se sentía tan hueca, que creía sentir el aire atravesando su corazón , convertido en una suerte de piedra volcánica llena de grietas y agujeros donde los recuerdos se volvían virulentos remolinos de viento devastador, provocando escalofriantes aullidos sordos.

En esas condiciones la encontró, sin patria, sin fe y como único motor para seguir,  la convicción de que acabar con su vida era un acto de cobardía  atroz y miserable.

No recordaba que es lo que le hizo acercarse a ella, ni como, ni por qué, solo que pensó que debía hacerlo.

Sabía que no podría borrar el dolor de su alma, por propia experiencia había aprendido que eso estaba en su mano, pero albergó la esperanza de poder arrancar un destello del fondo de sus ojos marrones, toda ella era como la tierra, incluso creía haber percibido que olía a tierra mojada por la lluvia en otoño.

Al principio, lo miraba sin ver y lo oía sin escuchar, pero se dejó acompañar, incluso llegó el día que se permitió gozar del tono de su voz, y de las caricias de sus manos de olor a pan, y con el paso del tiempo se olvidó de la desolación que provoca el abandono, y se arrebujó en su regazo y ronroneando acabó con un suave  meeeeeeeeeeeeau, a lo que él respondió, ya estás en casa y  te puedes quedar tanto como quieras pequeña Lurra.

Así que en un lugar del mundo vive Lurra una vieja gata parda con ojos castaños y olor a tierra y un buen hombre con voz dulce y olor a pan.

 

 

Evaglauca

 

PIES DESCALZOS

Se desperezó con el ritual de cada mañana, ahora estiro las piernas luego me retuerzo en un bostezo placentero y más tarde el subconsciente estiró el brazo hacia el hueco de la ausencia que más le dolía.

 

Mientras el aroma a café inundaba la cocina, reunía toda su concentración y esfuerzo en convencerse así misma que el día iba a merecer la pena, aunque las plantas de sus pies se esforzaban por no revelarle la verdad, ellas estaban más acostumbradas a tocar de pies en el suelo.

 

Y así empezó el frenesí diario que se auto imponen los humanos de buena parte del planeta, trabajo, tráfico, más trabajo, alguna actividad deportiva, y al llegar a casa, esa fracción de segundo casi inconsciente de felicidad, al saberse en su universo.

 

Retrasaba la hora de ir a dormir, porque por algún absurdo motivo sus pies empezaban a recordarle lo frías que a veces se le hacían las sabanas, y entonces esbozaba una semi sonrisa como pintada por el mismo Leonardo y susurraba,-tranquilos no pasa nada, y cogiendo un libro de la mesita de noche  posaba sus ojos en unas líneas que la llevaban a vidas distintas y mundos fascinantes, distrayendo así a sus pies del frío y a sus pupilas del mar que a veces luchaba por salir de su alma.

 

 

Evaglauca

 

 

El exhibicionista tímido

Ya me lo decía  mi abuela, - de todo hay en la viña del señor-  y cuanta razón tenia esa santa mujer.

 

Desde  bien pequeñito esa frase calmaba mi  ansiedad, sobre todo cuando decían, -pero mira que es rarito el niño.

 

La verdad , no se que tiene de extraño, que a un pequeño le guste el Circo. Vale, que yo me fugué,  y me escondí en la tienda de esa señora , que predecía lo que le iba a suceder a los demás  y  que  al descubrirme me dijo, -eres demasiado tímido , para tener esos sueños tan grandes. Aún  repiquetean en mi cabeza esas palabras como si trataran de  cincelar algo de provecho en mí.

 

Tampoco acabo de entender el revuelo que se armó cuando mi tía, descubrió a Carmencita  enseñándome  sus braguitas rosas con flores blancas rematadas con  unas puntillitas, de las que mis pupilas quedaron cautivas para siempre, y no lo digo por decir. Han pasado muchas mujeres por delante de mis ojos, con bastante menos ropa que ella, y no han conseguido acelerar mi corazón una milésima parte de lo que esas braguitas rosas .

 

Así que,  así andan las cosas, la vida me ha llevado de aquí allá , hasta que decidí aprovechar  la genética que me dejo mi padre y el desparpajo de mi madre, me dedico al mundo del espectáculo

 

Que poco se imaginan ellas en pleno frenesí, mientras gritan al boy del antifaz que se lo quite todo, que es un pobre mortal tímido que para enseñarles lo que  ellas  quieren ver, las convierte en  Carmencitas con braguitas rosas salpicadas de  flores blancas rematadas con unas puntillitas.

 

 

Evaglauca

 

 

 

El Encierro

El Encierro

 

En  el  espacio intemporal donde conviven todos los sentimientos y fluyen las emociones, existen lugares inexplorados donde suceden los hechos que aquí vengo a relatar.

 

Alguien dijo una vez en una canción, que todos los finales son el mismo repetido, por eso ella se negó a hacer del suyo una cosa común. Así que después de la debacle, recogió los  pedazos que se salvaron de la quema, y llevó su más preciado tesoro a una caverna , situada en lugar más alejado del bosque del corazón, y allí abandonó las palabras que a su juicio le causaron tanto daño. Las encerró y tapo la salida con espinos  y piedras para que nadie pudiese descubrirlas.

 

Al principio, lejos de sentirse aliviada, se movía como si le hubiesen extirpado una pierna o un brazo, pero eso no la frenó y reuniendo todo el arrojo que no encontró para asumir la realidad, emprendió una lucha encarnizada con el día a día para demostrase así misma que era capaz de superarlo todo, y casi lo consigue, es más se diría que salió bastante airosa del trance.

 

Pero a veces pesa más un vacío, que todas las recompensas, y un buen día su voluntad harta  de  tanto corsé se rebeló conduciéndola hacia el lugar donde empezó todo. Tras su asombro inicial, se rindió ante la evidencia y empezó a quitar las piedras y los espinos de forma calmada, pero conforme las heridas aparecieron en sus manos, la calma se tornó furia, rabia e impaciencia y en un frenesí de ansiedad y miedo quito todo lo que impedía la entrada a la caverna.

 

El aspecto de lo que ella había dejado causaba horror. Salieron con la calma de los que no creen su suerte, y se abrazaron a ella, pero solo con el agradecimiento de los reos que son liberados, fue entonces cuando se dio cuenta de que no la reconocían. Las alimentó, cuido, y cuando estuvieron recuperadas las dejó marchar con la esperanza de que si algún día recuperaban la memoria la perdonaran y regresaran.

 

En el adiós pudo comprobar , que de todas ellas,  la palabra de la que  más le costó despedirse fue TE AMO, pero no le dijo nada y sonrió con la convicción de que encontraría otro corazón que lejos de encerrarla le daría alas para volar hacia ese lugar  intemporal donde conviven todos los sentimientos y fluyen las emociones.

Evaglauca