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SOÑANDO CON HADAS

CUENTOS

BOREAL

BOREAL

La niebla tenía por costumbre anunciar el día, aunque más tarde el sol reclamase su sitio.

El bosque del norte, siempre ha acogido a criaturas que como el astro rey, solían reclamar su lugar y en esa lucha por un trozo de tierra erradicaban de su territorio a cualquier criatura, endeble o enferma.

Boreal, era una excepción, sus ojos eran poseedores de una dulzura opaca. La ceguera lejos de ser una lacra fue considerada como un don, porque aunque fue privado de nacimiento de un sentido los otros cuatro se habían desarrollado cinco veces más.

En los lugares donde la niebla habita, la magia surge en sus leyendas, y la aldea de Boreal no iba a ser menos. Los Gautas tenían tantos héroes como batallas, que cada vez eran más épicas a medida que el aguamiel corría por las venas de aquellos que las contaban.

Le encantaba escuchar las hazañas de sus antepasados alrededor de un buen fuego, con la copa siempre llena, al lado de su completamente fiel y medio lobo Jyl. De tanto escuchar las historias desde niño, Boreal había aprendido a contarlas con más arte que sus antecesores, tal era su pasión explicando hazañas de caza y conquista, que sus relatos sembraban el silencio contenido entre su absorto público.

Una tarde de otoño, en una de sus incursiones en los territorios del Este, un hombre con la mirada poseída por la niebla, llevó a los Gautas a una batalla de la que solo regresaron la mitad, pero aquellos que lograron sobrevivir a aquel infierno, contaron que jamás habían visto a nadie luchar con tanto arrojo.

Las flechas encendidas cayeron sobre la embarcación funeraria del mejor guerrero y narrador de batallas, de un pueblo acostumbrado a perder a sus hijos y amantes de las buenas historias, temerosos de una niebla en la que siempre se esconde algún oscuro misterio.

Evaglauca

E.V.3

E.V.3

Sabía que al atravesar esa puerta, mi mundo nunca volvería a ser igual y aun así, solo quería ver el otro lado.

Llevaba demasiado tiempo en una prisión tan radiante que cegaba mis sentidos,
necesitaba saber cómo era el aire más allá de aquel espacio perfecto, aséptico
y protector.

No quería seguir viendo la vida del color que otros habían elegido por mí, tenía la sensación de que mi destino era como un tarro de caramelos del mismo sabor y la curiosidad quemaba en mi interior como fuego líquido.

Soy consciente de mi perfección, aquí  todos somos iguales, cumplimos nuestras tareas sin preguntas, vamos y venimos porque debemos hacerlo, y aunque no sabemos por qué, simplemente lo hacemos. Pertenecemos a una sociedad, que solo  acoge a aquellos que no se salen del programa establecido.

Echaré de menos a, Hiroshi Ishiguro,  nunca me trató como una sirvienta. El mejor momento del día, era  cuando llegaba a casa y se sentaba conmigo  en la cocina explicándome cómo había ido todo en el laboratorio y yo le relataba las impresiones que me había producido el último libro.

Libros, ahora prohibidos, él los tenía a cientos en cajas apiladas en la habitación verde y en el cuarto naranja, dos espacios que el mundo ignoraba y que se habían convertido en nuestro pequeño paraíso.

Llegó sudoroso y hecho un manojo de nervios, me miró y dijo:

-Inserta este micro chip en tu placa base, ponte esta ropa y huye de aquí lo más lejos que puedas.

Obedecí porque estaba programada para hacerlo, pero para cuando quise darme cuenta, él yacía en el suelo, en medio de una baba  roja y densa que  brotaba de su boca al mismo tiempo que su corazón dejaba de latir.

Así que aquí estoy con mi nueva versión de  inteligencia emocional, preparada para pensar por mí misma, mitad máquina, mitad humana, pero solo un ser.

Atravesaré esa puerta y mi mundo jamás volverá a ser el mismo.

Evaglauca

EL GRAN LEVINSKY

EL GRAN LEVINSKY




El viejo mago miraba con nostalgia la gastada chistera vacía, ya no podía sacar conejos de ella.

Más tarde huyeron  todas sus palomas blancas y pensó que por lo menos ellas volaban libres hacia un destino incierto.

Poco a poco se desdibujaron todas sus ilusiones en los juegos de naipes y dejaron de salirle uno a uno todos sus trucos.

La primavera  en que su dulce ayudante decidió hacerse trapecista, le empezaron a temblar las manos y  no fue porque los payasos se rieran de él a sus espaldas,  sino porque sentía una soledad íntima y dolorosa.

De pronto la magia se había diluido, dejándolo solo ante una realidad que se suspendía en una niebla densa, húmeda y fría.

 Levinsky no era de esos que se rinden. En su momento no le resultó nada fácil convertirse en el gran ilusionista que había sido y ahora no pensaba tirar la toalla,  a pesar de la edad, los temblores y el abandono.

Decidió reunir todas sus fuerzas  para su último gran truco. Le comunicó al director del circo que quería retirarse y que tenía pensado ir a vivir con unos parientes a la ciudad, pero que, antes de marchar, quería celebrar una despedida con todos sus compañeros en la pista central  del circo.

Después de la última función del viernes, la que hasta ese día había sido su familia, se vistió con sus mejores galas para despedir al gran mago.

Cuando empezó su actuación, un sonoro silencio se apoderó del ambiente. A su señal los músicos  tocaron los acordes que acompañaron a los números. Uno a uno salieron, todos sus trucos, dibujando una agridulce sonrisa en los rostros del público.

Llegando al gran final, ante la atónita mirada de todos, sus palomas blancas que habían decidido regresar  a la despedida, volaron en círculo posándose
en la arena, alzaron con sus picos   un pedazo de terciopelo granate y rodearon a su viejo amigo. Cuando la tela cayó al suelo el Gran Levinsky había desaparecido y en su lugar había una hermosa paloma negra, que emprendió el vuelo junto a sus compañeras,  hacia un destino libre pero incierto.

 Evaglauca

En algún lugar de las profundas aguas saladas, reposaba Glauca en su plácido universo.

Hija de protectores, vigilaba desde lejos aquellos, a los que tenía el deber de salvar.

Pero como en todo universo, había unas reglas , y Glauca jamás se llevó bien con ellas, porque por culpa de esas leyes perdió a su madre, y por la misma razón jamás conoció a su abuela.

La maldición de  su estirpe tenía un bello nombre, AMOR.

Por amor a sus protegidos, las hembras de su linaje eran condenadas a la finitud y al destierro.

Como intentando evitar lo que siempre acontece, Glauca era precavida  , no quería que ningún ser le robara el corazón, aunque jamás dejó desatendidos a los náufragos , los rescató sin dejarse ver, y luchó contra la necesidad que desata el   instinto, dejando ahogados sus cantos en el fondo de su garganta.

Pero cuando los hilos de la maldición se entrelazan con el destino, por mucho que intentó burlar su sino y escribir su propia historia, no nadó lo suficientemente lejos.

Uno de esos días que el plenilunio acaricia el mar, una de las puntadas que llevaba escrita su suerte, atravesó su corazón de sirena.

Una tormenta hizo añicos el barco del marinero que acabaría llevándola al dulce destierro de los humanos.

Una rotunda luna llena, ¿qué tendrá , la maldita luna llena? que me ha robado siempre a mis mujeres.

Cuando la vi por primera vez supe que la perdería, en una noche de luna llena,...Ellas siempre me dejan , mi madre, mi mujer y ahora mi hija.

Soy Glauco el Dios protector, y mi condena es salvar aquellos que algún día me robarán el amor, para tejer su propio destino.

Evaglauca

 



Erase  una vez, en algún lugar tal vez no muy lejano , había una madre que estaba tan segura de que en sus bolsillos, no habría otra cosa que pañuelos y sueños que puso todo su empeño, en buscar las condiciones idóneas para que sus hijos tuviesen un buen porvenir.

No escatimo esfuerzos e invirtió lo que tenía y algo más en  aperos, semillas, y por supuesto en un terreno cerca del agua.

Con unos medios así era difícil que sus chicos no saliesen adelante. Cada mañana  llamaba cariñosamente a sus dos vástagos para que empezasen a labrar el terreno, y cada noche se acostaba con la tristeza de saber que ellos, no habían hecho otra cosa que jugar en el río y dormir la siesta bajo los árboles, mientras la tierra se volvía yerma y los aperos se oxidaban.

Así que una mañana cualquiera, se cansó de esperar que los demás cumplieran sus sueños, y se aseguraran un porvenir, que tal vez solo ella deseaba. Y empezó a preparar  la tierra, la aró, sembró, regó, ...  Y una tarde pudo recoger la primera cosecha.

Paso el tiempo, tiene por costumbre pasar, es tiempo, no sabe hacer otra cosa, no  sabe quedarse quieto.

 Los hijos volaron hacia sus horizontes, dejándola con la tierra, el agua, aperos y  semillas, fueron  a por su futuro, tal vez no el que habían soñado para ellos, pero si el que ellos se forjaron.

De vez en cuando volvían a casa, donde siempre les aguardaba una cálida sonrisa, y
miraban orgullosos la tierra que los había visto crecer y jugar, contemplaban con melancolía el viejo árbol, que cobijó sus sueños entre siesta y siesta.

Cuando regresaban a sus hogares se iban pensando, en poder ofrecer un buen porvenir a sus hijos, que posiblemente ellos no comprenderían, pero que seguro sabrían encontrar, porque si hay algo que nos encuentra siempre, es nuestro destino.



 Evaglauca



 



 



 



 


 

Las hojas secas empezaban a vestir de marrón el parque, anunciando que un difunto verano, daría a luz a un tímido otoño vestido de hojarasca, que daba sus primeros pasos por el parque que cruzaba la ciudad, otorgándole un soplo de aire a una urbe casi asfixiada por el gris de una polución imprecisa pero densa.



A un extremo del balancín estaba Iago apenas pesaba la mitad que su hermano mayor,
así que luchaba porque sus pies tocasen suelo , concentrando toda su energía en los botes que casi frenéticos intentaban alzar sin mucho éxito a un Pablo que imitando la microfonía de unos grandes almacenes, decía con voz chillona


-Señoras y señores hoy serviremos en el parque filete de bacalao.

-Tu si que eres un bacalao, un bacalao, un idiota y.... un ballenato, déjame bajar, que me duelen las piernas de estar aquí arriba.



Pablo no tenía ninguna intención de bajar de su prisión de aire, a su hermano pequeño, pero una sola mirada de su madre, fue más que suficiente para firmar la paz, que volvería a romperse en cualquier momento en el que el ejercito de salvación bajase la
guardia.



Esta y otras historias anónimas eran la banda sonora de un tímido otoño, que con el paso de los días desnudaría los arboles, abandonando su timidez para brillar con todo su esplendor ocre y naranja.



 



Evaglauca



 





Ron, ron, ron y una botella de ron....







Tenía pocos años cuando descubrió que nunca se puede alcanzar el horizonte. Le costó una carrera muy pero que muy larga, y al final acabo rindiéndose a la evidencia, aunque no conforme con esa primera derrota, decidió que se haría pirata, se enrolaría en un barco y cantaría aquello de “ron, ron, ron y una botella de ron…..” aunque al principio le daba un poco de miedo el mundo de la piratería , puesto que por toda referencia tenía todo lo que brotaba de las páginas del libro de la Isla del Tesoro. Enseguida le pudo la curiosidad, y se lanzo a surcar con su imaginación los siete mares…La marea del tiempo le hizo olvidar sus mapas del tesoro, garfios, parches, catalejos, y los sustituyó por otros proyectos tierra adentro, aunque siempre guardó un poco de brisa en sus bolsillos.


Fue años más tarde, cuando en un improvisado mar de sabanas azules, y ante unos ojos infantiles atónitos, en medio de una batalla entre Armand el Terrible, y Mamá la Corsaria , la brisa se escapó de su bolsillo para recordarle que aún tenía alma de pirata.


Evaglauca






Era una noche para dejarse llevar, la delicadeza de la brisa que entraba por la ventana, bailaba de puntillas con las notas arrancadas a un piano, que parecía destilar una melancolía tan densa que hubiese podido estremecer al corazón más helado.

Con la mirada perdida en un atardecer, donde los besos se vestían de susurros para jugar con el destino, sus dedos huérfanos, ahora, buscaban en cada tecla las caricias que el tiempo le había arrebatado.
La luna testigo mudo de tantos amores, lo observaba con cierto recelo, llevaba una eternidad siendo el fondo de un tapiz formado de felicidades sublimes y aterradoras tristezas, la luna protagonista de canciones y poemas, esa luna llena que hoy se había vestido de rojo, como preludio final de aquella pieza, que cada vez sonaba más triste, más tensa.

Era una noche para dejarse llevar por todo menos por la tristeza, la bruma que entraba por la ventana, cubría con su manto gris la melodía muda de un piano, al que ya no acariciaría más las manos que ahora yacían a su lado, frías y muertas.

Evaglauca

Venus y Júpiter

Venus y Júpiter
Desde pequeña miraba al cielo, eso le había costado más de un traspiés, a veces jugaba a ver formas en las nubes, le habían dicho que si era buena iría a parar allí, así siempre imaginaba como sería su casa de viento y algodón, con su jardín de arboles de estrellas, senderos interplanetarios y lagos de cometas.

Aunque el tiempo había pasado, su fascinación por el cosmos no se había diluido, hoy sin ir más lejos al mirar al cielo a descubierto a Venus y Júpiter bailando, lo hacían más juntos que de costumbre, como saboreando cada milímetro de firmamento que los acercaba en una danza sensual, cálida y tierna, envueltos por la melancolía de saber que pasarían veinticuatro años hasta el próximo vals.


Evaglauca

NUT

NUT
El universo había movido de forma imprevista su manto de estrellas, indicio que asustó a los sacerdotes que buscando una respuesta inventaron una leyenda.

Su madre, una esclava que en principio había sido comprada para el sexo, se había convertido en una de las mejores bailarinas del harén. Sabía que no podría cuidar a su pequeña flor del desierto, lo que no imaginaba era que Sayed, el sumo sacerdote, se la arrebataría antes de que pudiese siquiera tocarla. Él mejor que nadie sabía quien era el padre.

Se crió en el templo de Hathor, fue instruida en danza, astronomía y astrología, puesto que Sayed mantenía que era la elegida para bailar con los astros. Nut, que así fue llamada la pequeña mostró siempre gran interés por todo lo relativo al universo, miraba embelesada la noche salpicada de luces.
A pesar de que nunca le faltó lo básico, su condición de elegida tenía un precio, y este era el de ser inalcanzable, nadie podía tocarla jamás, Sayed había dejado bien claro que quien lo hiciese acabaría sin escapatoria en las fauces de Sobek.

El paso de los años convirtieron a la pequeña Nut, un ser excepcional, dotada de un talento natural para la danza y las predicciones astrológicas, en el templo la llamaban la danzarina de las estrellas, pues parecía bailar entre ellas.

Todo estaba preparado para los festejos de la Diosa y Nut iba a ser el plato fuerte. La música, el aroma a primavera, lotos en flor, todo invitaba a soñar incluso la evolución de la danza ejecutada de un modo sinuoso y sutil fluía en el ambiente creando un espejismo, en el que todos caían rendidos víctimas del hipnótico ritual. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la bailarina cuando sus ojos se cruzaron con los del futuro faraón, no le hicieron falta los astros para saber que su destino acababa de dar un giro y que ninguna leyenda ni prohibición iban a mantener alejado al dueño de aquella mirada.

Salió fuera del recinto, necesitaba tomar aire, con la mirada clavada en el firmamento imploró a su Diosa una respuesta. Empezó a bailar descalza sobre la cálida arena, se sumergió en una especie de trance buscando una señal, todo daba vueltas y vueltas hasta que una mano sobre su hombro la paró haciéndola girar y sosteniéndole la mirada le dijo, aquí acaba la leyenda y empieza tu vida. Ella no quiso contrariarle, así que lo tomó de la mano…desaparecieron en una danza infinita dos cuerpos celestes iluminando las dunas y reflejándose en el Nilo.

Evaglauca

Efímera

Efímera

Hacia días que notaba una extraña
sensación, en la zona donde brotaban sus sueños, al principio no le
presto atención, en esa zona las sensaciones siempre son intensas y
difíciles de interpretar.





Y él sonrió, de ese modo diáfano y
dulce, y lo supo como se saben las cosas importantes, fue cuando se
dio cuenta , aquella sonrisa le otorgaba raíces a sus alas, para que
crecieran sanas y fuertes y al desplegarse pudiesen aletear
sin miedo a romperse.





Y él la besó, de ese modo suave e
intenso, y lo supo de pronto como cuando se encuentran las notas que
faltan para completar la sinfonía perfecta .





Solo unas palabras, y una explosión
de color le otorgaron al momento los matices, necesarios para
componer el atardecer perfecto a una mariposa efímera, era su
primero, su último y su único y eterno día perfecto puesto que no
tenia otro.





Evaglauca





 



La tierra se interponía entre el  sol  y una rotunda luna llena, tal vez esa era la causa por la que  el corazón del  lobo andaba de sacudida en sacudida, o quizás era que el final del otoño anunciaba la entrada inminente de la estación donde el celo se apoderaba de todos los reyes de los bosques.

Ella había nacido con la maldición de  las mujeres de su estirpe corriendo por sus venas.  La fama de su belleza, era más una condena que una bendición. Su padre la mantenía lejos de las miradas indiscretas hasta que llegase a una edad prudente para desposarla y así librarse de una hija, que le recordaba demasiado la mirada gris glacial de una mujer a la que odiaba, por haberlo dejado solo en aquel lugar con el corazón roto.

El torbellino de fuego que quemaba sus entrañas, era mucho más fuerte que cualquier otro sentido, así que empezó a correr hacia el horizonte,  parecía que sus patas sabían el camino, corrió hasta quedar sin aliento, paró en un claro del bosque y empezó a ulular.

Los aullidos resonaron en toda la aldea, dejando desierto hasta el último callejón.

Ella contemplaba el eclipse absorta, ajena a todo, los aullidos le parecieron un dulce reclamo en la noche más extraordinaria que jamás había visto. De pronto todo cobró forma. Cogió su capa, dejando atrás la aldea y adentrándose en un bosque que parecía haberla estado esperando una eternidad.

La tierra había dejado de hacer sombra a la luna , creando la ilusión de una aurora boreal, lo que  a ella le pareció mágico. Cuando llegó al claro del bosque de donde procedían los aullidos, pudo ver al lobo, adivinando en el fondo de aquellos  ojos grises glaciales que ya estaba en casa.

Evaglauca



Piel de Luna

Piel de Luna

 

Tenía la piel de luna y era Sirena, sus cabellos eran de noche y sería demasiado fácil decir que  el brillo de sus ojos  era como destellos de estrellas. 


 

De mirada calmada, llevaba el reflejo de las mareas, aunque a veces podían adivinarse huracanes escondidos detrás de tanta calma aparente.


 

Nadaba en la frontera de los sueños, disfrutaba cantando a los crepúsculos y pintando amaneceres.

 

 

Jamás embauco a un marinero, es más le parecieron siempre seres temibles y brutos.


 

Sabía del amor, por los cuentos que le contaba la vieja ballena gris, y pensó siempre que el amor era la materia de la que están hechos los cuentos.

Pero el destino, quiso intervenir en la suerte de la joven Sirena, porque al destino no le gusta estar quieto y además siempre adivinó los huracanes que se escondían detrás de las pestañas de
Piel de Luna.


 

Una tarde llegó él, bello y fuerte, pero con el miedo escondido detrás de sus dos grandes ojos negros, traía relatos aterradores, sobre experimentos, laboratorios, acuarios y la más emocionante de sus aventuras, en la cual relataba su huida hacia la libertad.


 

Bastaron dos tardes, para que ambos se diesen cuenta de que la existencia como hasta aquel momento, ya no era suficiente.


 

Desde entonces delfín y sirena surcan los mares con el corazón dispuesto a escribir nuevas historias, él disfruta de su libertad en la mejor compañía y ella vive convencida de que el amor, no es solo la esencia de los cuentos o las leyendas.

Evaglauca



 



 



Desde que brotó, había vivido siempre en la parte sombría del jardín. Se elevaba con su tallo de un modo tímido y sinuoso hacia el cielo, en busca de esa luz que le daba la vida.

Disfrutaba con el cosquilleo que le producían las mariquitas mientras trepaban por sus hojas, o del dulce rubor que le provocaba el libar de las mariposas, a las que envidiaba, no por su belleza, si no porque podían salir volando.

La pequeña margarita era soñadora, algo peligroso para una flor enraizada en un jardín. Había aprendido a imaginar otra vida tarde a tarde, cuando la pequeña Alba, leía en voz alta toda clase de cuentos y leyendas para olvidar, que sus pies se resistían a andar sin aquellos hierros que la mantenían rígida, ya que su espina dorsal se resistió a formarse del todo .

Una tarde mientras Alba leía un cuento Celta, sobre hadas, ríos, deseos y sueños imposibles hechos realidad, escucho a su madre decir;

-¿Dónde se esconde hoy mi pequeña sirena?

- Nadando entre margaritas como siempre.

Fue rápido, casi no se dio cuenta, dos dedos la arrancaron del resto de su tallo, pudo sentir como inspiraban su aroma, después un sarcófago de papel la acogió entre la página ciento doce y ciento trece.

Desde que brotó, la sombra y los sueños fueron sus compañeros de viaje, ahora reposa en un libro de cuentos Celtas, sobre hadas, ríos, deseos y sueños imposibles hechos realidad.


Evaglauca

Aiyana (flor eterna)

Aiyana (flor eterna)

Susurra el viento una antigua leyenda nacida en el lugar donde anidan los sueños, cuenta que  una pequeña india  sentía una curiosa pasión por el cielo y todos sus ocupantes.

Los ancianos de la tribu  le habían contado muchas historias sobre el gran padre sol, pero era la hermosa luna la que cautivaba la imaginación y el espíritu de la joven Aiyana.

Sentía en su sangre y en su piel todas las fases lluna, pero era cuando esta estaba llena, cuando los alimentos se le antojaban más sabrosos, las caricias de la brisa eran más sinuosas, y su madre  decía que olía a bosque de primavera.

Fue en una de sus lunas cuando tropezó con el, blanco como como la reina de la noche, con los ojos del color del cielo , oliendo a tierra y sal. No hubo palabras, no hicieron falta, ambos firmaron su condena, a sabiendas de que lo efímero duraría siempre en sus corazones.

El alba lo despertó frío y solo,  habría dudado si había sido un dulce sueño de verano, de no ser porque un suave aroma impregnaba su piel, era como si se hubiese rociado con la esencia de un bosque en primavera.

Aiyana no pudo dormir, aprovechó cada segundo al lado del trampero. Miró al cielo e imploró a la luna llena la eternidad de aquel instante, esta se compadeció de ella,  convirtiéndola en un millar de flores blancas, dulces, perfumadas, que tienen por costumbre abrirse, en noches de luna llena.


Evaglauca


 

Uno de los escritores de cuentos que más me ha emocionado desde niña es Hans Cristian Andersen, y cuando digo emocionado, me refiero a que con su Soldadito de Plomo, lloraba a moco tendido, o reía como una loca con el Traje nuevo del emperador, con su Sirenita mi imaginación se desbocaba , y con La princesa y el guisante me di cuenta de que yo no había nacido ni quería ser princesa, pero tengo que confesar que mi favorito era el Patito feo, ese cuento que leí y releí tantas veces de niña, en algún momento del relato decía;

¡Qué importa que hayamos nacido entre patos si hemos salido de un huevo de cisne!

Algún día me gustaría tener la osadía de escribir un cuento, para como el mismo solía decir;

Siempre se debe llamar
A cada cosa por su nombre
Pero, si uno no se atreve,
Debe poder hacerlo en un cuento.
(Hans Christian Andersen)


Evaglauca

LUZ – INTENSO-CARAMELO

LUZ – INTENSO-CARAMELO


El era de esas personas que cuando soplaba el viento, aprovechaba para volar su cometa. Disfrutaba de la luz que reaparece después del barrido de las nubes.

Ella era de esas personas que cuando soplaba el viento, se refugiaba en casa esperando que amainase. Sufría detrás de sus gafas oscuras el brillo intenso del sol, después del vendaval.

Su forma de sentir la vida no los hubiera presentado nunca, pero el infortunio no pensaba desaprovechar la ocasión.

Los coches quedaron para el arrastre. El pensó que era cosa del destino conocerla, tan triste, tan miedosa, tan cauta, pero con la mirada más bella y transparente del mundo. Ella como no, maldijo su suerte, el coche destrozado y encima había dado con un iluminado, que pensaba que todo tenía un lado positivo, pero no pudo rechazar la invitación de ir a tomar un café, con la sonrisa más diáfana que había visto nunca.

El lo supo de inmediato, quería seguir bañándose en su mirada y adentrarse en la selva de los miedos que sujetaban su alma. Ella dudó, temió y luchó contra sus dudas, pero se dejó seducir, por el optimismo de una sonrisa que se tomaba la vida como un caramelo que te sorprende cada día con un sabor diferente.


Evaglauca

Todo está tan frío. Las calles llenas de color y prisas, la transportan a una época donde diciembre era su mes favorito.

Recuerda de un modo tan nítido la cara de su padre, que le parece estar allí de verdad. Cuando todos rodeaban la mesa, y su madre refunfuñaba por el esfuerzo que suponía preparar comida para tantos, sin otra ayuda que unos cuantos villancicos, acompañados de  entradas y salidas a una cocina con aroma a canelones, y langostinos cocidos.

No olvida tampoco, la primera cena de Noche Buena en su  casa, con olor a nueva vida e ilusión, ni cuando con los años sus dos soles se sentaron a la mesa, con los ojitos como platos, observando las velas, y los paquetes debajo del árbol.

Intenta no recordar, como el paso de la vida, se fue llevando a todos  poco a poco. Los abuelos fueron los primeros, después los padres. Los pequeños crecieron y fueron en busca de sus sueños, y desde hace mucho tiempo que llaman por teléfono para felicitar las pascuas.

Al abrir  la puerta de casa, el olor a hogar la devuelven  a la realidad, deja las bolsas de la compra, y se dirige hacia la habitación.

-Ya estoy aquí cariño.

Le da un beso en la frente, pero él no responde, hace mucho que no le habla, y no porque no la quiera, si no porque se le olvidó hacerlo hace ya un tiempo, como se le olvidó sonreír, comer, la dirección de su casa, y miles de detalles antes de sumergirse en aquel letargo que lo mantiene en la cama.

Pero ella no desfallece y mientas tararea un villancico, se acurruca suavemente a su lado, y dándole un beso en la mejilla, le susurra al oído;

-Feliz Navidad, amor mío.

Evaglauca

Erase una vez, en la esquina de un mundo paralelo al que conocemos, nació una pequeña de ojos grises, cedidos por la luna, eterna enamorada de un astro con el que solo podía bailar en contadas  ocasiones en la sala del eclipse.

Nacer en un día ensombrecido por la dueña de la noche, no era un buen presagio para las gentes que hicieron de la magia una ciencia y de la ciencia sacrilegio.

Sus padres, arraigados en las antiguas  creencias pensaron que el destino les había tendido una trampa, y lejos de estar agradecidos abandonaron a la pequeña en el bosque del confín del reino.

Helada y  hambrienta la pequeña se entregó a un llanto desesperado, el único ser que se acercó alertada por sus lloros, fue una loba blanca de ojos grises, pensó en ofrecérsela como alimento a sus cachorros, pero cuando se fijó en los ojos de aquel ser diminuto, vio el mismo reflejo grisáceo que iluminaba los de sus pequeños y no dudo en adoptarla.

Se crió entre  lobos,  aprendió a sobrevivir y a disfrutar de su vida junto a ellos. Un día, el gris abandonó el brillo de los ojos de la gran loba blanca que le había estado haciendo de madre.

A la jauría no le importó ninguna de las diferencias, que eran muchas, la protegieron y  asumieron como una más.

Fue asi, como en la esquina de un mundo paralelo al que conocemos, nació una pequeña de ojos grises, que acabo por convertirse en la matriarca de una nueva y temida especie de licántropos que en noches de luna llena, sacan el hombre que llevan dentro.

 

Evaglauca

 

Un olor a nostalgia y a lápiz mordido la inundó íntimamente .El aula estaba vacía, las sillas y las mesas removidas, y  montones  de trocitos de papel tapizaban el suelo.

 

La  fecha del día presidía la parte superior izquierda de la pizarra, una frase con su artículo, su  sujeto y su predicado aparecía diseccionada en medio de un torbellino de restos de borrador.

 

Con una sonrisa de media luna recordó los días en los que ella tenía barra libre en la tierra de los sueños, y levantarse cada mañana era una aventura.

 

El pitido del reloj la devolvió a la realidad, empezó a barrer el suelo, alineo las sillas delante sus pupitres, después vació las  papeleras, dejando la clase de cuarto de primaria, del colegio Ortega y Gasset  hecha un pincel.

 

Evaglauca