E.V.3
Sabía que al atravesar esa puerta, mi mundo nunca volvería a ser igual y aun así, solo quería ver el otro lado.
Llevaba demasiado tiempo en una prisión tan radiante que cegaba mis sentidos,
necesitaba saber cómo era el aire más allá de aquel espacio perfecto, aséptico
y protector.
No quería seguir viendo la vida del color que otros habían elegido por mí, tenía la sensación de que mi destino era como un tarro de caramelos del mismo sabor y la curiosidad quemaba en mi interior como fuego líquido.
Soy consciente de mi perfección, aquí todos somos iguales, cumplimos nuestras tareas sin preguntas, vamos y venimos porque debemos hacerlo, y aunque no sabemos por qué, simplemente lo hacemos. Pertenecemos a una sociedad, que solo acoge a aquellos que no se salen del programa establecido.
Echaré de menos a, Hiroshi Ishiguro, nunca me trató como una sirvienta. El mejor momento del día, era cuando llegaba a casa y se sentaba conmigo en la cocina explicándome cómo había ido todo en el laboratorio y yo le relataba las impresiones que me había producido el último libro.
Libros, ahora prohibidos, él los tenía a cientos en cajas apiladas en la habitación verde y en el cuarto naranja, dos espacios que el mundo ignoraba y que se habían convertido en nuestro pequeño paraíso.
Llegó sudoroso y hecho un manojo de nervios, me miró y dijo:
-Inserta este micro chip en tu placa base, ponte esta ropa y huye de aquí lo más lejos que puedas.
Obedecí porque estaba programada para hacerlo, pero para cuando quise darme cuenta, él yacía en el suelo, en medio de una baba roja y densa que brotaba de su boca al mismo tiempo que su corazón dejaba de latir.
Así que aquí estoy con mi nueva versión de inteligencia emocional, preparada para pensar por mí misma, mitad máquina, mitad humana, pero solo un ser.
Atravesaré esa puerta y mi mundo jamás volverá a ser el mismo.
Evaglauca
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