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SOÑANDO CON HADAS

FABULAS ABSURDAS

Cuando se encontraba entre las flores,  se le olvidaba el universo, solo podía disfrutar del néctar discurriendo por su todas y cada una de sus  células.

Cuando se encontraba entre las flores,  todo le era indiferente porque mimetizada entre ellas  ya nada importaba, ni tan siquiera la fragilidad, el miedo o lo efímero de su ser.

Cuando el aroma de los frágiles pétalos impregnaba sus extremidades, se elevaba  ese lugar donde habitan todos los posibles, no caben los límites y descansan todos los sueños.

El último día de verano mientras libaba el néctar de unas preciosas lilas, nada le hizo presagiar su fin, pero llegó como lo hacen las cosas inevitables.  Una suave brisa la acompañó tímidamente hasta el suelo, donde lo último que pudo ver fueron sus amadas y deseadas flores.

 

Evaglauca

 

 

Déjà vu

Déjà vu

 

Estaba aterrado, le faltaba el oxigeno, el pánico le tenía casi inmovilizado, toda su existencia se tambaleaba en una bolsa transparente que dejaba entrever sombras terroríficas.

Después del trajín, todo quedó en calma,  el aire volvió a sus agallas devolviéndolo a un estado de normalidad,  pero entonces un pequeño maremoto  lo introdujo en  una gran burbuja de cristal.  Allí estaba ella con sus ojitos como platos ensombrecidos por la pérdida e iluminados por la sorpresa.

-Hola, soy Déjà, y supongo que vienes a sustituir a Vu.

Todavía medio grogui por la sucesión de los últimos acontecimientos, se limito a dar  vueltas  inspeccionando lo que a partir de ahora sería su nuevo hogar, y lanzando miradas de reojo a su nueva compañera. Al cabo de unos segundos alcanzó a decir;

-¿Qué tal se vive aquí?

-Muy bien, el agua siempre está clara, hay suficiente alimento y lo mejor de todo es que a ella le encanta la música y la luz.

-¿Echas de menos a el antiguo Vu?

-Lo cierto es que era una compañera bastante especial, se empeñó en creer que podía volar, y voló hasta el suelo, aunque tengo la impresión que el trayecto del agua hasta su fin, fueron los segundos más felices de su vida.

-Vaya, no sé qué decir

-No digas nada, a veces es mejor.

Unas velas iluminaron la pecera  al compás de unas dulces vibraciones acercando a los pececillos.

-Sabes Déjá.

-Si Vu.

-Tengo la impresión de conocerte desde siempre.

-Que curioso porque llevo toda la vida esperándote.

Evaglauca

Cazaba   sola, blanca y majestuosa como la Luna llena, casi no recordaba lo que era ir en jauría, pero no olvidaba el motivo del destierro.

Nunca debió dejarlo con vida, ni esconderlo, ni siquiera disfrutar con su presencia, jamás debieron cruzar sus sangres.

Aunque mirar a los ojos miel de sus cachorros, hacia que todo mereciese la pena, además sabían aullar a la gran dama blanca, mejor que cualquier lobo gris,  por mucho que se empeñaran en llamarlos perros.

 

 

Evaglauca

Nacer topo no es nada malo en el mundo animal, no tienes grandes depredadores, no tienes mucha vida social y los encuentros con los de tu especie, son solo sexuales, cuestión de reproducción.

Lo que ocurre es que nacer topo y padecer claustrofobia, te complica la vida un poco.

Federico, el topo más loco de toda Castilla-La Mancha, está obsesionado con tumbarse al sol en medio del patatar. Así que cada tres por cuatro acaba padeciendo unas terribles quemaduras de tercer grado.

Aunque tanta excentricidad, lo han hecho de lo más popular, y ¿Cómo decirlo?, tiene su carné de baile repleto.

Tanto satisfacer a sus ávidas fans, ha dado lugar a un baby boom topillo, que tiene locos a todos los agricultores del lugar.

¿Quién iba a pensar? que la clave de la plaga, fuese Federico el Topo claustrofóbico.


Evaglauca


En un bosque muy lejano, en medio de un gran rebaño de ovejas merinas, nació una pequeña, blanca y preciosa bolita de algodón a la que llamaron, nieve.

Mientras fue un corderito todo iba más o menos bien, dado que no le daban mucho crédito a su comportamiento excéntrico y distraído, y es que la pequeña tenía una singularidad que no se apreciaba, pero que la hacia temeraria y diferente.

Nieve, sentía una suicida atracción por los lobos, se pasaba la tarde imaginando que algún día se cruzaría con uno, y este le perdonaría la vida permitiéndole mirar al fondo de sus ojos grises… Y en esos pensamientos andaba cuando de pronto se encontró con uno de sus admirados aulladores frente a frente, y casualidades de la vida, pudo ver el fondo de sus ojos grises, estupefactos, puesto que estaban acostumbrados a ver miedo en las miradas de sus presas, no admiración, aunque para desgracia de nieve la sorpresa, le duró solo unos segundos.

Para la pequeña fue la última visión, le parecieron unos ojos tan bellos, que apenas pudo notar los colmillos de su depredador en la yugular, y el pensó que jamás había probado un bocado tan dulce en toda su vida.


Evaglauca