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SOÑANDO CON HADAS

LOS SUEÑOS DE UN SAPO

LOS SUEÑOS DE UN SAPO

La luna llena iluminaba la charca en la que había habitado desde que llego a este mundo, y desde ese momento sus pequeños ojos saltones brillaban siempre que lo veía, a pesar de que el no mostrase ningún interés especial en ella.

Al principio la consideró un ser extraño que se apiadaba de la comida, pues les perdonaba la vida a libélulas y luciérnagas. Luciérnagas, ¿Cómo se puede dejar volar a uno de los bocados más exquisitos y brillantes de este mundo?

A ella le daba igual, lo extraño que su comportamiento pareciese a los demás, puesto que aunque al principio de su existencia se sintió un bicho raro, los días le enseñaron, que si se alejaba de sus sentimientos, no dejaba de ser rara y encima la tristeza de apoderaba de su alma.

Él, magnifico e inconformista creció anhelando lo que creía inalcanzable, sin mostrar mucho interés en lo que le rodeaba. Y ella lo rodeaba, lo rodeaba y veneraba como el más grande de los seres, y por ello puso toda su energía, para hacer que el sueño de quien más amaba se cumpliese, olvidando incluso que le rompería su pequeño corazón.

Fue una noche de verano, los juncos parecían silbar y los grillos ofrecían una serenata a todos los habitantes de la charca mientras las estrellas chisporroteaban en el cielo, alegres y vivarachas.

Se acercó con paso lánguido y mirada triste, sentándose al lado de un sauce llorón a oír la singular orquesta. Por un momento se olvidó de la corte con sus engreídos caballeros, contando hazañas y mentiras.

Una princesa, -esta es la oportunidad que siempre ha esperado- y acercándose a él, le dijo:
-Acércate a ella, mírale a los ojos, y con toda tu alma desea que te bese, y así abandonar esta charca que te ata y tanto te pesa.

No lo pensó un instante, se dejo llevar por el aroma de la magia situándose delante de la apenada princesa.

Al verlo se sobresaltó, pensó que era el sapo más enorme que jamás había visto, pero cuando lo miró más detenidamente, se dio cuenta de que los ojos de él suplicaban que lo besase, y así lo hizo ante la atónita mirada de todos los habitantes de la charca, incluida la pequeña rana que aconsejaba sapos orgullosos.
La metamorfosis duró un segundo eterno, pero allí estaba, un ser bello, elegante con cara de asombro y sonrisa feliz delante de un cuerpo delicado de preciosos ojos avellana y cabellos del color de un atardecer de otoño.

Todo parecía perfecto, un sueño cumplido un corazón roto por amor y una princesa rescatada del tedio.
Pero no siempre es tan fácil, Al principio del invierno, el nuevo caballero, añoraba la charca, con una ranita pequeña y preciosa que sabia escucharle y no le exigía nada más que un giño de vez en cuando. La vida de la corte se le hacía pesada y aburrida y su princesa de ojos de avellana se había cansado de él, como antes lo había hecho de otros.

Casi sin darse cuenta estaba sentado en una orilla de la charca , cuando una ranita pequeña y vivaracha le saltó a la mano, sin pensárselo dos veces , se la acercó a los labios, y esta lo besó como lo había hecho antes, tantas tardes y el milagro volvió a repetirse otra vez pero a la inversa.

Y otra vez todo parecía perfecto, un corazón henchido y feliz, una princesa vanidosa y olvidada y un sueño perdido puesto que no fue tal. Y una vez más las cosas no fueron tan sencillas, porque en la primavera en los ojos del sapo había arrepentimiento y deseos de recuperar su forma humana. El corazón de la pobre ranita se cubrió por un velo negro de pena, cuando llegó a la conclusión de que hay seres que nunca se conforman con lo que tienen, y solo sueñan con imposibles, porque así se pueden instalar en la queja y los lamentos, que son los que alimentan los sueños de los que no tienen valor para sacrificar otra cosa que no sea el corazón de los otros.


Evaglauca

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