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SOÑANDO CON HADAS

CAPITULO VI

CAPITULO VI

Tambaleándose, la mano sujetando una  brecha que no dejaba de sangrar, se dirigió hacia el amasijo humeante de los restos de su casa.

Cayó de rodillas, con la desolación desorbitando una  mirada  que intentaba centrarse en algún objeto que salvar de la quema. 

Un puchero, retales de lo que antes habían sido dos vestidos, reposaban en su  regazo de modo casi opresivo, porque  sin darse cuenta sus manos los apretaban  inconscientemente, fuerte, muy fuerte, como intentando llenar el vacío, que la dantesca visión le  provocaba.    

El sol empezaba a ceder espacio a la luna, cuando movida por la inercia de la costumbre se giró hacia lo que antes había sido su jardín. Una punzada de ilusión la hizo avanzar hacia una esquina. Estaban allí, cinco de sus mandrágoras habían  logrado sobrevivir, las cogió con mimo y las envolvió en las ropas metiéndolas en una improvisada maceta puchero.

Se dirigía hacia el pozo, para humedecer la tierra y las ropas que ahora protegían su bien más preciado,cuando sus fuerzas flaquearon dejándola tendida  en el camino como una muñeca de trapo.

Los primeros en despertar fueron sus oídos,  no reconocían el  traqueteo regular de los cascos de los bueyes, entonces  la  vista acudió en su ayuda, pero un trapo húmedo
que iba de su frente hasta su nariz no le dio  muchas pistas, aunque reconoció enseguida el olor del emplaste que se encargaba de cicatrizar la herida de su cabeza.

  Empezó a moverse  intentando incorporarse,  cuando una voz firme le dijo;


-Yo de  ti no haría eso, llevas durmiendo casi cuatro días y la fiebre cesó ayer.

- ¿Dónde estoy?

-En una carreta, que se dirige hacia el monasterio del pie de la montaña, soy el encargado de suministro de los monjes.

-¿los monjes, me llevas al monasterio?


-Podría haberte dejado en medio del camino, pero no me pareció muy cristiano.

-¿Cristiano?,  ¿eres monje?

-No soy de esa clase de monjes, que tildarían de bruja a una mujer encontrada en medio de un camino con unas mandrágoras como único equipaje. El emplaste que llevas en la frente me lo enseñó a hacer mi madre,  eso tampoco creo que sepa hacerlo el tipo de religioso que imaginas. Y ahora reposa, pronto llegaremos a nuestro destino,  y entonces tendrás todo el tiempo que quieras para saciar tu curiosidad.

No iba a rendirse, no pensaba ir a ningún monasterio, pero no dijo nada, pensó que cuando estuviese mejor nada ni nadie la podrían retener.

Evaglauca



 

2 comentarios

Evaglauca -

No,se no se, si ella será capaz de enamorarse de alguien, o simplemente se dejará querer.
Cariños

OPin -

¿?A quién ha elegido para el romance? ¿a un monje? No creo. Debe ser alguien en el filo de los dos mundos...
Veremos en la próxima entrega.
Cariños.