No sabía el ¿ por qué?, ni el ¿cómo?, pero de pronto las ganas de escribir se esfumaron hacia el infinito, al principio no echó de menos hilvanar retazos de sueños, con algún pespunte de realidad, estaba enzarzada en vivir, llevaba tanto tiempo sobreviviendo, que no le hizo ascos a las risas bajo lunas plateadas.
Pero cuando se lleva una vida pintando paisajes, con letras color realidad simulada, tarde o temprano, por bien que esté todo, la nostalgia te tiende una emboscada y aunque la desgracia ya no sea fuente de inspiración, eran muchas las tardes que las letras consolaron su corazón de trapo.
Tal vez, no logre encontrar jamás la fórmula alquímica que transforma un relato, en la esencia capaz de conmover el alma de otro ser humano, aunque se conformaría, con que alguna de sus historias invitase al lector a navegar entre la ternura y la curiosidad.
Evaglauca
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