Hacía días que el invierno había tomado su recién estrenada juventud desterrando su sonrisa, había tantas preguntas que no encontraban respuesta satisfactoria.
Perdido frente al umbral de la mayoría de edad, notaba como se desvanecían sueños, caían mitos, y borraban los paisajes que con tanto esmero, su familia le había dibujado para vestir una realidad que desnuda era grotesca y triste.
Tenía esa extraña sensación de ser una pieza de puzzle, que se ha caído de su caja original y la han metido por error en otra en la que no encajaría jamás.
Y aun así se atrevían a exigirle que mostrara felicidad, porque era joven, porque tenía toda la vida por delante, y un camino que recorrer, y
Como explicarle a su madre, cuando le preguntaba qué era lo que lo angustiaba, que no había un motivo aparentemente razonable, porque no tenía carencias primarias, pero que temía a un futuro que no parecía receptivo a ninguno de sus sueños.
Menos mal que los tenía a ellos, desde hacía un tiempo, eran los únicos que lo entendían, lo escuchaba sin juzgarlo y sin ofrecerle un millón de consejos, tal vez porque estaban pasando por lo mismo pero en otra piel, nunca le había dado tanto valor a la amistad, pero en esos ratos en los que estaban juntos se sentía en un lugar amable donde compartir sueños, ambiciones y risas, parecían una manada de leones jóvenes, que miran al horizonte, sin saber cuál va a ser su territorio ni con quién tendrán que batirse,pero que rugen a la puesta de sol para ahuyentar sus miedos .
Evaglauca
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