
Ella no supo qué contestar. Nada era como había imaginado. Apretó los brazos alrededor de Adán. No quería verlo sufrir. El dolor de él resonaba dentro de ella y agitaba sus huesos. Deseó envolverlo con su piel, multiplicar sus manos para acariciarlo. La impaciencia que el hombre a menudo le provocaba la desalojó. En su lugar percibió dentro de ella un anhelo de consolarlo y quererlo, tan fuerte como el viento y tan suave y cantarín como el agua del río. Se preguntó si él lo percibiría a través de su pelo, si podría olerlo, si saberla poseída de ternura por él apaciguaría su desconsuelo.
-Probaremos la muerte, Eva-dijo Adán, enderezándose de improviso-.Quizás si morimos podremos regresar al Jardín. (Gioconda Belli-El Infinito en la palma de la mano).
2 comentarios
evaglauca -
gata negra -
Un besito y mucho ánimo en el curro.