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SOÑANDO CON HADAS

 



Erase  una vez, en algún lugar tal vez no muy lejano , había una madre que estaba tan segura de que en sus bolsillos, no habría otra cosa que pañuelos y sueños que puso todo su empeño, en buscar las condiciones idóneas para que sus hijos tuviesen un buen porvenir.

No escatimo esfuerzos e invirtió lo que tenía y algo más en  aperos, semillas, y por supuesto en un terreno cerca del agua.

Con unos medios así era difícil que sus chicos no saliesen adelante. Cada mañana  llamaba cariñosamente a sus dos vástagos para que empezasen a labrar el terreno, y cada noche se acostaba con la tristeza de saber que ellos, no habían hecho otra cosa que jugar en el río y dormir la siesta bajo los árboles, mientras la tierra se volvía yerma y los aperos se oxidaban.

Así que una mañana cualquiera, se cansó de esperar que los demás cumplieran sus sueños, y se aseguraran un porvenir, que tal vez solo ella deseaba. Y empezó a preparar  la tierra, la aró, sembró, regó, ...  Y una tarde pudo recoger la primera cosecha.

Paso el tiempo, tiene por costumbre pasar, es tiempo, no sabe hacer otra cosa, no  sabe quedarse quieto.

 Los hijos volaron hacia sus horizontes, dejándola con la tierra, el agua, aperos y  semillas, fueron  a por su futuro, tal vez no el que habían soñado para ellos, pero si el que ellos se forjaron.

De vez en cuando volvían a casa, donde siempre les aguardaba una cálida sonrisa, y
miraban orgullosos la tierra que los había visto crecer y jugar, contemplaban con melancolía el viejo árbol, que cobijó sus sueños entre siesta y siesta.

Cuando regresaban a sus hogares se iban pensando, en poder ofrecer un buen porvenir a sus hijos, que posiblemente ellos no comprenderían, pero que seguro sabrían encontrar, porque si hay algo que nos encuentra siempre, es nuestro destino.



 Evaglauca



 



 



 



 

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