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SOÑANDO CON HADAS



Hacía tiempo que no hablaba, su enfermedad le había ido robando poco a poco los recuerdos, las facultades y la vida.
Al principio logró disimular las lagunas de memoria, su orgullo no le permitía aceptar lo que después fue irremediable. En los últimos meses estaba en casa de Magdalena la pequeña de sus hijas. Esta sentía devoción por su madre, y aunque ahora no podían comunicarse, estaba segura de que notaba todo el cariño que se le ofrecía.
Toda la familia se hacía cargo de la yaya de un modo u otro, los pequeños Carla y su gemelo Andrés correteaban siempre a su alrededor y le representaban historias que ellos mismos habían creado para la ocasión. Teresa era un público callado pero muy observador, y aunque no aplaudiese a veces parecía sonreír ante las extravagantes comedias de sus nietos, que siempre conseguían unos disfraces y complementos, de lo más originales, como pendientes hechos con cerezas, improvisadas espadas ninjas de tubos de papel de plata y un sinfín de attrezzo que hacían del comedor un universo mágico.
Una fría mañana de febrero al corazón de Teresa se le olvidó latir, y así fue como los pequeños se quedaron sin su público más querido.
Hoy doce años después, el teatro estalla en una gran ovación y Carla siente una mezcla de satisfacción y nostalgia porque en medio de todo ese público que aplaude siempre faltará, la sonrisa distraída de su abuela.

Evaglauca

4 comentarios

Evaglauca -

Noah, tus palabras siempre son generosas conmigo, y la admiración es mútua.

Un abrazo danzarina

Evaglauca -

Gracias Menchu, a veces la vida no es tan dulce como la soñamos, pero vivirla siempre engancha.
Besicos

noah -

Siempre que te leo, me queda un regusto dulce. Textos como este, te hacen necesaria y querida.

Eva, te admiro desde siempre.

Menchu -

Me parece una historia muy bonita, trite pero real como la vida. besicos..